Muchas veces, cuando no sé qué hacer frente a una situación, dejo que el amor decida por mí.
Me refiero a elegir la opción más amorosa. La que nace de la intuición. La que va encaminada hacia un verdadero bienestar (mío y de los demás).
¿Irme o quedarme?
¿Tiempo o dinero?
¿Hablar o escuchar?
¿Echar la culpa o pedir perdón?
¿Seguir o terminar una relación?
¿Hacerlo rápido o hacerlo bien?
¿Ceder el paso o acelerar?
¿Dormir 5 minutos más o salir a correr?
La respuesta no siempre es tan evidente y desde luego, no siempre es tan fácil llevarla a cabo. Pero creo que siempre es la correcta. Porque cuando decides desde el amor y la generosidad, no hay forma de equivocarse, ¿o sí?
Tal vez te suene un poco cursi, pero creo que vale la pena intentarlo.
Yo lo estoy haciendo, y aunque no siempre decido de esta manera, siento que cada vez tengo más claridad acerca de lo que quiero y lo que no quiero.
Cuando no sepas qué hacer, detente un momento y piensa:
¿cuál es la opción más amorosa?
*Este texto está inspirado (y casi copiado) en una de mis entradas favoritas de zenhabits.net